Navegación |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
A ENRIQUE CADÍCAMO
Las palabras no me ayudan en la empresa
de rendirle el homenaje que merece;
ha de ser porque realmente me parece
que no hay término que abarque su grandeza.
Desde chico me nutrí con su poesía,
con sus tangos, con sus libros, con su historia...
Si le habré ilustrado a mi alma la memoria
al grabarle su magnífica autoría.
Conocerlo fue la cumbre de mi vida;
toco el cielo cada vez que nos cruzamos.
Casi ochenta calendarios nos llevamos...
Lo que aprendo junto a usted no se me olvida.
Sus consejos son sagrados mandamientos
porque siempre tienen gran sabiduría;
su criterio, su experiencia, su hidalguía,
son la esencia de sus firmes fundamentos.
Los sucesos del pasado y del presente,
lo imposible, lo dudoso y lo seguro,
los enigmas que dominan el futuro...
se definen en la corte de su mente.
Con laureados Premios Nobel y Cervantes
he tratado en amenas ocasiones.
Cederían sin chistar sus galardones
por firmar alguno de sus tangos rantes.
Pues nosotros -el país- nos levantamos
cada día interpretando sus canciones;
ellas forman parte de las tradiciones
que de padre a hijo todos heredamos.
Buenos Aires habla gracias a sus versos
que reflejan el más puro porteñismo;
esa gracia que está en ser nosotros mismos:
diferentes al común del universo.
Sus triunfos lo eternizan justamente,
sin embargo su humildad es invariable.
¡Qué talento!, ¡qué creador tan admirable!
No se olvide del aprecio de su gente.
Ariel Carrizo Pacheco
24/09/1999
|
|
|
|
|
|
|
|
65375 visitantes (110845 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página! |
|
|
|
|
|
|
|